lunes

a lágrima viva

A veces lloro de noche, me invade algo mudo, se me sube el mundo a la boca y lloro. Se me llena de miedos la cama, lloro por las ausencias, por mis abuelos, por mi casa. Me tapo la cara con las manos y lloro un llanto que me hace doler los dientes, que tiene nombres, que tiene fechas, que tiene fotos. Lloro algo que se parece al amor que tuvimos y que no puedo darte. Lloro mi tristeza de mujer adulta, de los muchos cuerpos que soy. Lloro por el futuro, por un futuro, por ese futuro. Por todas las cosas que no pude decir, por mi mamá y los abrazos que no le doy. Lloro a veces porque me siento sola.  Porque es el revés de esta vida bella, que tiene algunos agujeros por donde pasa el frío y el tiempo. Es un llanto que no se queja. Me exorcizo y lo saco y se me moja la almohada de mares viejos. Cierro los ojos de llanto, me permito la tristeza, puedo decir que la felicidad tiene su trabajo crudo que es éste, el de patear la noche con jadeos cortitos y tragarse las lágrimas que vienen. A veces lloro estirando la madrugada y me levanto porque no doy más y escribo esto.

martes

ciudades



San Telmo nocturno

“Feliz de ella que estaba dentro de la pieza, que tenía derecho de ciudad en todo lo que tocaba y convivía, pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema”.

  Capítulo 3 - Rayuela




¿de qué otra manera se puede
andar por una ciudad si no es dejándose mezclar con sus olores complejos y sus vueltas imprevistas, si al paso no le damos el peso suficiente de nuestros pies en el suelo, que buscan hacerse lugar en este pedazo de mundo del sur? ¿cómo se camina una ciudad si no es levantando la cara para que el sol nos amenace dulcemente para llenar de sombra las ventanas que viven todas a su ritmo, con sus macetas, con sus inquilinos de tristezas diferentes? ¿cómo es eso de no hacer consciente el lugar de los encuentros, los bares viejos llenos de café, la parada del colectivo en las memorias de nuestros años, cómo es aquello de mirar de costado el río y no dejarse ir cuando la postal es una barranca que tiene marcas que dicen que el mar antes estuvo allí? ¿cómo leer en la pared que Lucas le dice a Ana que la extraña y no preguntarse si se habrán vuelto a encontrar en la ciudad paisaje? No concibo otro modo de andar por la ciudad. Otro que no sea ser vulnerable, arriesgarse a decir que uno estuvo aquí. Que el cuerpo lo diga, que lo digan los pies. Que andar sea, también, además, y por sobre todas las cosas, dejarse atravesar por el otoño bello que nos hiere de muerte, para volver a vivir y a morir cuantas veces sea necesario.

miércoles

abrir

Todo se parece más a la libertad y a los pájaros cuando le damos la vuelta al miedo y lo miramos de cerca y le decimos chau.